Lo principal a la hora de crear personajes es que sean humanos; no en el sentido de ser seres humanos, sino de poseer humanidad.
Es cierto que cuando se trata de protagónicos, tendrás más tiempo para mostrar y desarrollar, pero no por eso se deben descuidar los secundarios, o aquellos que aparecen por un corto espacio de tiempo.
Aunque suene obvio, el personaje debe representar a una persona, que tiene una historia y objetivos propios más allá de su participación en la obra; debes conocerlo para ser capaz al menos de esbozar sus características, y así plantearlo como un ser, y no como una herramienta para que avance la trama.
Cuando construiste una historia propia para los personajes, estos van a ingresar o salir de la historia de forma orgánica, y los lectores sentirán que ven a personas reales; uno de los errores que más se comete es presentar a los secundarios como una característica, confiando en que decir al pasar un único elemento bastará para que el lector tenga una idea de cómo es. Pero sucede que ser alto, tímido, gordo o lo que sea no es ser una persona, es un concepto abstracto que no tiene profundidad y que reduce al personaje a un estereotipo vacío.
En los protagonistas, este mundo interno debe ser mucho más grande, ya que tendrás tiempo para mostrar mucho de eso a lo largo de la historia; hay que salir de las frases o descripciones demasiado breves o genéricas, y atreverse a construirlos con capas de personalidad, aciertos y errores. Esto es importante porque al ser una persona, sus acciones van a ser lógicas de acuerdo con lo que presentes a lo largo del trabajo, en vez de ser solo un elemento necesario para la trama. Las sorpresas deben estar determinadas por los elementos de la historia, no porque los personajes tomen decisiones inverosímiles solo para que, como escritor, puedas llegar a la siguiente sección.
Ver a los personajes es relacionarse con ellos a un nivel humano; mucho de ello puede quedar fuera de las páginas, pero ese conocimiento se va a transmitir a sus acciones, por lo que los lectores van a considerar que sus acciones son naturales para quiénes son, incluso si no están de acuerdo con ellas.
Un personaje humano, con facetas, aciertos, errores y una vida propia se siente real, y le da a la historia mucho más volumen; hace que la gente quiera acompañarlo en ese viaje, se involucre y viva de forma más intensa lo que le ocurre.
Nos encontramos en el siguiente capítulo: Los clichés
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