Muchas personas que escriben dicen que realmente no leen mucho; esto se puede comprender porque escribir, corregir y revisar toma tiempo, pero no es una excusa absoluta ante la falta del trabajo de la lectura.
Quienes escribimos sabemos que es difícil congeniar esta ocupación con las otras de la vida cotidiana, y además tener tiempo para leer; sin embargo, conforme nos tomamos en serio esta ocupación, es cada vez más necesario leer.
La literatura no es inmutable; el lenguaje que se ocupa en distintos medios es diferente, y para que el escritor pueda representar la realidad, necesita conocerla en sus formas más variadas. Esto cobra especial relevancia cuando se pretende mostrar personajes y ambientes de todo tipo, y las ocupaciones o los mundos en donde se desenvuelvan quieren tener una voz propia.
La voz del narrador, entendiéndose por la persona que está detrás de las letras, no puede ser plana, porque todas las personas se expresan de forma distinta dependiendo de sus estudios, trabajo y sus experiencias personales; para narrar de forma realista, hay que conocer al menos lo mínimo de los mundos e historias que se planea presentar.
La literatura asociada a las distintas profesiones que puedes incluir en el texto es muy relevante; un libro sobre leyes o salud pública no tendrá la misma estructura de una novela, pero quien redactó ese proyecto tenía la intención de transmitir un mensaje, haciéndolo con otras herramientas. Desde luego, la terminología propia de un determinado ámbito de la ciencia, la sociedad o un campo de estudio, será muy específica, pero hay que hacer el trabajo de ir un poco más allá y contar con otras herramientas.
El objetivo final de esto es contar una historia realista, y que cuando esta pase por manos de entendidos en determinada materia, puedan reconocerse a sí mismos y entender que quien construyó esa historia se tomó el trabajo de conocer de su mundo, y no solo se quedó con términos al azar desperdigados sin sentido.
Nos encontramos en el siguiente capítulo: Personalidad propia
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