
Cuando comencé a escribir ni siquiera existía internet como lo conocemos ahora; los ordenadores eran algo completamente inalcanzable para mí, y por lo tanto, tuve que empezar a escribir en papel.
En papel escribí miles de páginas, y estoy muy orgulloso de haberlo hecho, porque me forjé a través de un método a la antigua, en donde no tenía la facilidad de un corrector de texto ni un buscador de internet para revisar si es que lo que estaba haciendo estaba bien o mal escrito. En el tiempo presente, con todo lo que hay disponible a la mano para todos nosotros, con la facilidad y la rapidez de internet, los buscadores, miles de blogs y páginas relacionadas con la literatura, es imperdonable que estés escribiendo, tengas errores, y no hagas nada para corregirlos.
En mi forma de escribir voy revisando no tener fallas gramaticales o de ortografía; una vez que termino un capítulo, lo reviso y realizo las correcciones necesarias. Una vez que termino el libro hago una revisión global muy detallada, dejo pasar un tiempo y realizo después una corrección final.

Tienes que corregir el trabajo, hacer corrección de ortografía, gramática, estilo, palabras repetidas y el desarrollo de la obra debe ser tu trabajo, porque es tu proyecto y eres tú quien se lo va a dar a conocer al mundo. La identidad del texto está determinada por muchos factores, no solamente por el nombre que figura en el apartado de autor. Voy a poner un ejemplo: el personaje en la obra está en una situación angustiosa, y el texto dice “Cruzó el umbral de la gran puerta y se paró frente al balcón, indeciso en el umbral de sus sentimientos”. En esa pequeña frase hay una palabra repetida, que es umbral, y por estética narrativa no debes tener palabras repetidas, porque hace que el texto se vea sucio; el punto es que si tú envías este texto a un corrector, esa persona no sabe en cuál de las dos frases es que debe estar realmente la palabra umbral, y en cuál es donde se puede reemplazar. Eres tú quien escribió la obra, eres tú quién sabe en dónde va la palabra y cuál es la corrección que hay que hacer; en muchos casos puede tratarse de algo superficial, pero en otros puede que cambie completamente el sentido de una oración o de un párrafo completo, solamente por el cambio de una palabra. No puedes esperar que un corrector de estilo se esté comunicando contigo cada cinco palabras para preguntarte si es que una palabra es la que corresponde o no; para que te pregunte si es que las cosas ocurrieron el día martes o el día miércoles porque en determinada parte no revisaste y te saltaste un día y luego retrocediste. No puede estarte llamando cada cinco minutos para preguntarte cómo se llaman los personajes porque les cambiaste el nombre.
La construcción de la obra tiene que ver con todos los elementos que he mencionado hasta ahora: los personajes, el desarrollo de la historia, la siembra y la cosecha, el realismo dentro de la historia, las frases importantes. La personalidad que tiene esa obra y cada uno de los personajes que hay en ella, todo eso fue creado por ti, no por otra persona, y si dejas la corrección fuerte en manos de otra persona, es evidente que va a empezar a perder personalidad; y me imagino que no quieres que tu obra se vea como algo genético que fue escrito por una inteligencia artificial.
Ese tipo de modificaciones y mejoras son algo que vas a estar desarrollando poco a poco; es un trabajo que debes realizar personalmente y de forma continua. A través de este trabajo vas a conseguir que tu obra sea más completa, y todo lo relacionado con ella va a ser mucho más tuyo; es tu proyecto, dale todo el cariño que sea posible, para que una vez que se publique, no te arrepientas.
Nos leemos en el próximo capítulo: Zona cómoda
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